Hoy en Biblioteca CPS un nuevo itinerario de lectura.
5 innovadores que rompieron todas las reglas de sus respectivos campos y que siguieron el ritmo de su propio tambor hasta las últimas consecuencias.
Changing the World Is the Only Fit Work for a Grown Man -> Starman. La biografía definitiva de David Bowie -> Cervantes -> Américo Vespucio x Stefan Zweig -> Shakespeare: The World as Stage
Al lío:
Howard Gossage fue un adelantado a su tiempo, con la perspicacia para leer el juego de los medios de comunicación como nadie antes, lo que le daba un entendimiento único y la capacidad de instalar puntos de vista contraculturales en la opinión pública.
Inventó la publicidad interactiva en los 50s a través de anuncios donde entablaba diálogos con los lectores que podían extenderse durante semanas, meses y años, creando comunidades, y fue un pionero de la comunicación efectiva para promover causas sociales y ambientalistas.
Gossage fundó también la primera empresa de resolución de problemas generales e inclasificables, Generalists Incorporated (¿Os suena de algo?).
Si te intriga saber cómo funciona la cabeza de un puto genio creativo, por favor léete este libro y enseguida salta a...
Starman. La biografía definitiva de David Bowie, escrita por Paul Trynka
Los demás músicos de su generación podían ser más virtuosos, mejor instruidos, o mejores a secas, pero Bowie se alimentaba más variado. Su curiosidad le impulsaba a buscar siempre más allá, haciendo cazas de tesoro callejeras de las que volvia con ropa vieja, libros infantiles victorianos, campanas de bronce, flores, hojas de formas llamativas, o castañas.
Aunque el joven David no era un erudito ("mi búsqueda filosófica en aquella época consistía fundamentalmente en llevar un libro en el bolsillo y dejar que se viese el título"), su creatividad consistía en gran parte en su capacidad de procesar inputs inesperados: el canto de las ballenas jorobadas, la música de Jacques Brel, conversaciones con monjes tibetanos o libros como On Being Negro in America de J. Saunders Reddings.
Estamos listos para saltar unos cuantos siglos atrás y zambullirnos en el affaire favorito de los cartógrafos del Renacimiento.
Américo Vespucio es un culebrón de geógrafos buscando establecer la autoridad de una propiedad intelectual sui generis, el “branding” de un nuevo continente.
Al consagrar el nombre del humilde navegante florentino se honra a una nueva clase de descubridor: quien tiene un insight que ha escapado a la mayoría –estas tierras no forman parte de Asia, forman un nuevo mundo– y que a continuación procede a divulgarlo.
El siguiente libro de la ruta es una biografía de uno de los innovadores más grandes de la historia.
Cervantes inventó la novela moderna tres siglos antes de su madurez y apogeo. ¿Cómo narices lo hizo? ¿Cuáles son las circunstancias de su vida que le llevaron a escribir algo tan marciano como Don Quijote?
"Saber cuáles fueron los libros que leyó Cervantes nos importa mucho menos que saber cómo los leyó y qué partido sacó de sus lecturas", escribe Caravaggio.
La vida de Miguel de Cervantes podría ser el paradigma de aquello que escribió Tucídides acerca de salir ganando con las circunstancias azarosas de la vida.
Nuestra ruta de hoy desemboca en una especie de antibiografía porque, más que como historiador, Bill Bryson narra sus esfuerzos como investigador privado para intentar reconstruir la vida de un fantasma que escapa a casi todos los registros de la época.
El resultado es una especie de extraño y fascinante episodio de CSI, con el autor reclutando a peritos expertos en arte como la Dra Tarnya Cooper que analiza el único retrato (aparentemente apócrifo) del bardo, soltando perlas como que vestir todo de negro es señal inequívoca de que el retratado tenía un buen pasar, pues usar tanta cantidad de tintura en una prenda era un lujo que pocos se podían dar, o el archivista que analiza los pergaminos de piel de oveja con casos legales de la época con la esperanza de rastrear alguna pista de su vida familiar.
Hasta aquí el itinerario de hoy.
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El próximo domingo, nuevos libros.
Y recuerda: "La mente no es un recipiente a llenar sino un fuego a encender"
Álvaro